Hemos hecho de todo para poder liberar a Asia Bibi.
Hemos organizado vigilias, entregas de firmas, invitamos a su marido y una de sus hijas a dos de los tres Congresos de cristianos perseguidos Todos Somos Nazarenos que organizamos.
Gracias a los miles de ciudadanos que han donado dinero para que consiguiéramos liberarla en primera instancia y sacarla de Pakistán después.
Después de haber conseguido sensibilizar a la opinión pública, a los medios de comunicación, a los Gobiernos e instituciones occidentales, es cuando han decidido, finalmente, que Asia Bibi lograra por fin su libertad. Su libertad real.
Llegó el 8 de mayo de 2019, en cuando Asia Bibi pudo salir de Pakistán con dirección a Canadá.
El 7 de noviembre de 2018, Asia Bibi pudo salir de prisión. Pero no era libre de verdad, el gobierno paquistaní tuvo que trasladarla a «un lugar seguro» hasta que el Tribunal Supremo se pronunciara sobre la apelación sobre su absolución, la cual llegó el 29 de enero de 2019.
Desde el 31 de octubre de 2018, que anularon la sentencia de pena de muerte sobre Asia Bibi hasta que salió del país el 8 de mayo de 2019, las protestas violentas se sucedían, estaban organizadas por el partido islamista radical Tehreek-e-Labbaik Pakistan (TLP) que pedía la cabeza de Asia Bibi.
El presidente del Tribunal Supremo pakistaní, Saqib Nisar, confirmó que podría salir de la cárcel pronto.
Por la inhibición de uno de los magistrados del Tribunal, desde octubre de 2016 hasta 2018 no quedaba fijada la fecha del nuevo juicio.
En octubre de 2014, la Corte Suprema con sede en Lahore, capital de la provincia de Punjab, asestó un duro revés a la familia de Bibi al mantener la pena de muerte. Pero en julio de 2015, el Tribunal Supremo de Pakistán devolvió las esperanzas en su liberación tras ordenar la revisión del caso en una nueva vista.
La justicia paquistaní le propuso a Asia Bibi abjurar y convertirse al islam, con lo que quedaría anulada su condena. Ella respondió que prefería morir como cristiana a salir de la prisión convertida en musulmana:
«He sido juzgada por ser cristiana. Creo en Dios y en su amor. Si el juez me ha condenado a muerte por amar a Dios, estaré orgullosa de sacrificar mi vida por Él».
Esta historia, que gracias a Dios ha alcanzado un final feliz, comenzaron en el verano de 2009. Asia Bibi estaba trabajando en el campo y se acercó a una fuente de agua a refrescarse y beber. Inmediatamente algunas mujeres musulmanas protestaron porque Asia no es musulmana y por ello consideraban que estaba contaminando el agua.
A partir de aquel momento le exigieron abandonar su fe cristiana y convertirse al Islam. Ella se opuso invocando a Jesucristo.
Las mujeres acudieron al imán local, esposo de una de ellas, y este la denunció a la policía acusándola de un delito de blasfemia. En el posterior juicio fue declarada culpable.
Sin embargo no todo salió como los musulmanes radicales habían calculado y Asia Bibi, tras 10 años de calvario, fue liberada y vive felizmente en Canadá.